Otra
vez volvía a escuchar ruidos extraños. Atravesando una puerta encontraba lo que
estaba buscando: Rita estaba parada en una mesa cuadrada, pero cuatro drones la
rodeaban, suspendidos en el aire como helicópteros. Pobre criatura, no se
movía, parecía una pieza de mármol. Yo los observaba desde la puerta, temía que
mis pasos pudieran crisparlos. Atacarlos con mi bate era muy arriesgado.
Necesitaba que Rita huyera bien rápido. ¿Cómo? No tenía ni idea. Tal vez podía
lanzarles algo para distraerlos un rato. En mi mochila llevaba los
medicamentos. No podía descartarlos. Y el bate era como mi brazo. A metro y
medio de mis piernas había una silla. No parecía pesar demasiado. Si Rita no reaccionaba,
era comida de insectos.