domingo, 24 de enero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #37)


La puerta de acceso estaba entreabierta. Curiosamente era una de las pocas casas de toda la cuadra que no había sido atacada. Había estacionado la moto en el hall de entrada. No podía dejarla en la vereda. Rita estaba tranquila. No tenía pensado quedarme mucho tiempo, entonces la dejaba en la panera. Con linterna en mano me adentraba en la casa. Tenía miedo. Todos los muebles estaban en su sitio, pero mi novia no estaba. Recorrerla me habrá llevado no más de veinte minutos. Conocía los interiores como la palma de mi mano. Finalmente me sentaba en su cama. Lagrimeaba, olía su perfume en las sábanas. Para mi tristeza hallaba cabellos en su almohada. La extrañaba. Necesitaba abrazarla, besarla, amarla. Mi morocha tenía los ojos color verde esmeralda. De fondo se oía el chirrido de unos grillos. Al menos podía secarme las lágrimas, beber un poco de agua y buscar algunos alimentos para llevarlos en la mochila, y eso mismo hacía, en su enorme cocina que tanto agrado le causaba.