Llegando a la
esquina hallaba algo impensado: un drone se adentraba en la casa donde mi moto
y Rita me estaban esperando. Para males una araña robótica aguardaba desde la
vereda, como custodiándolo. No podía quedarme de brazos cruzados. Apretujando
el bate con la mano derecha me acercaba a la acera. Tenía que sorprender a esos
aparatos.