domingo, 24 de enero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #41)


Tras esconder la araña debajo del escritorio, volvía a recorrer el pasillo en busca de la medicina tan necesitada. Rengueaba pero mi herida abierta me impulsaba a continuar. Tan perturbado había quedado que en lugar de subir por el ascensor bajaba por la escalera. Siempre es menos dificultoso descender cuando uno presenta limitaciones en la movilidad. Algo me decía que los medicamentos estaban depositados en el subsuelo. Recorrida la escalera circulaba por un pasillo menos luminoso que el anterior. A unos cinco o seis metros había una puerta a medio cerrar. De su interior salían ruidos extraños. Me detenía a un lado de la puerta para ser testigo de un suceso tan inesperado como aterrador: dos hormigas, las mismas que había visto en la entrada del hospital, reparaban los desperfectos mecánicos de un aparato postrado en una camilla. Yo los observaba desde el pasillo, con los ojos desorbitados. Introducían sus patas en el interior de un aparato completamente despedazado. Definitivamente se creían seres humanos. Alterado, me echaba a andar. En la última puerta del pasillo había un depósito. Para mi bienestar estaba repleto de medicamentos. Tenía que hallar lo que buscaba antes de que las primeras luces del día me impidieran regresar a mi hogar.