Entrando a
casa advertía que habían restaurado el suministro de electricidad. Al menos
cuatro luces estaban encendidas pese a que el sol brillaba sin piedad. Había
traído provisiones en unas cajas acartonadas que por cierto me había costado
horrores trasladar. Curiosamente la televisión transmitía imágenes con total
normalidad, excepto los canales argentinos que habían desaparecido. Todo
parecía indicar que no habían quedado seres humanos en Argentina, excepto yo y
mi soledad. Y todo hacía presumir que la raza humana había acordado la entrega
de mi soberanía. Pero, ¿dónde estaban esos aparatos despiadados? Extrañadamente
no reaparecían. Tal vez una ducha fría podía ayudarme a pensar con claridad.
Después de todo ya me había quitado el pantalón y mi calzoncillo necesita un
poco de jabón.