domingo, 17 de enero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #26)


Intentaba no salpicar la tabla del inodoro, por el momento no tenía pensado orinar en la oscura superficie del sótano. Los ruegos desesperados del perro resonaban en todos los azulejos del baño. Claramente lo estaban lastimando. Reingresando mi pito en el jean corría en dirección a las persianas, las mismas láminas que comunicaban con la calle. Mi bragueta seguía abierta. Un chorrito de orina recorría mi pierna derecha. No me importaba, había orinado con prisa. Un can negro, con manchas blancas a lo largo de su lomo, yacía herido en mi vereda. Cuatro arañas robóticas perforaban su panza con unas extremidades metálicas y puntiagudas como lanzas. La sangre formaba un charco rojo a su alrededor. El desventurado perro agonizaba, lo estaban ejecutando. Ya estaba curado de espanto. Es increíble como uno puede adaptarse a situaciones repulsivas. En tiempos pasados nuestros antecesores convivían con fieras salvajes dispuestas a batallar con tal de subsistir. Quitándome el sudor de la frente con los antebrazos volvía a mi sótano, sabiendo que si esos aparatos fuesen humanos al menos serían carniceros.