martes, 19 de enero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #29)


Nos reponíamos del cansancio cuando a eso de las cuatro de la mañana comenzaba a trepidar la superficie del sótano. Confundido, encendía la linterna. Rita revoloteaba por encima de su nido. El piso se agrietaba. Mi respiración se entrecortaba. El colchón se desplazaba a un lado. Me paraba. El piso estaba frío, me había quitado las medias para descansar en mi lecho. Tambaleaba. Por cierto me costaba mantener el equilibrio. Repentinamente un pico similar al de un taladro asomaba en el suelo resquebrajado. Apuntándole la linterna advertía que se trataba de la lombriz robótica, la misma porquería que había surcado la superficie del patio. Tan negra como la muerte, seguía saliendo. Sin pensarlo lanzaba mi primer batazo, un golpe certero, violento y demoledor que de hecho la tumbaba al suelo. El impacto había sido tan preciso que ni siquiera reaccionaba. ¡Hija de puta!, la insultaba, lleno de odio. Temiendo un engaño, mantenía la distancia y seguía aferrado a mi bate en posición de ataque, pero el aparato permanecía estático, tanto fue así que al cabo de una hora finalizaba su entierro en el fondo del patio, a un lado del otro aparato. Mi terreno se estaba convirtiendo en un cementerio de chatarras detestables.