Finalmente
arribábamos. Pese a ello, con moto y todo nos metíamos en una casa que estaba
enfrente del hospital. Desesperaba, los drones habían usurpado el
establecimiento municipal. Incrédulo, los observaba desde la ventana de una
habitación. Como era de esperarse, la casa estaba deshabitada. Los drones
descendían y soltaban aparatos que no presentaban movilidad. Unas máquinas con
aspecto de hormigas los cargaban en sus plataformas para de inmediato adentrarlos
en el hospital. En tan solo media hora había contado veinte chatarras. No
estaba errado, además de sobreviviente me dedicaba a la contabilidad. Era
demasiado, los drones se habían humanizado. Pensar que antes solían ser objetos
de diversión. Me sentía un extraño. Para males mi infección no paraba de
avanzar. Necesita medicamentos a la brevedad. Tal vez podía ingresar por una
puerta lateral. Persignándome cogía el bate y cruzaba la avenida para circundar
el hospital.