domingo, 3 de enero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #17)


Mi reloj pulsera marcaba las tres y cuarto de la madrugada. Lo que no tenía que ocurrir desgraciadamente sucedía: al menos una araña mecánica había derribado la puerta y ya exploraba mi casa. Se oían sus torpes movimientos. También algunos estrépitos de su paso destructor. ¡Maldita chatarra, destrozaba mis pertenencias! La impotencia me inmovilizaba, escondido en el sótano como una rata. Rita me acompañaba. No podía abandonarla. La humedad me hacía sudar. Tan aterrado estaba que me había ocultado detrás de unas cajas abarrotadas de revistas. Apenas una pequeña abertura me permitía echarle una mirada a esa escalera de madera que nos había adentrado en el ambiente subterráneo. La puerta del sótano había quedado entreabierta. No recordaba dónde carajo había dejado la llave. El aparato con patas me había tomado por sorpresa, justo en el momento en que me paraba para orinar. El aire estaba viciado, me costaba respirar. Además estaba agitado. Rezar una oración no tenía sentido, si hasta Dios estaba lejano. Apoyando la espalda en la fría pared me limitaba a esperar, con la respiración entrecortada.