miércoles, 13 de enero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #25)


Abriendo los ojos me percataba del tiempo pasado, las cinco de la tarde me insinuaban que había dormido como una mono perezoso, en realidad las agujas de mi reloj se arrimaban a las diecisiete, porque siempre es más fácil redondear al momento de narrar, cuando a mis oídos arribaban ladridos de la calle, o al menos eso presumía, como una cucaracha seguía escondido en los recovecos de mi ambiente subterráneo, aunque no me sintiera un insecto, sí un primate maloliente que se cuestionaba cada segundo transcurrido, la mera existencia en un mundo que se caía a pedazos. ¿Por qué me estaba sucediendo aquello? No podía ni sabía responderlo, pero ¿por qué no podía sucederme eso?, si era y sigo siendo un ser vivo que siempre ha de morir, tan mortal como un gallo y un mandril, ciertamente solitario y desdichado. No tenía tiempo para semejante replanteo, me estaba orinando y los ladridos no cesaban de invadir mis oídos, despertando la curiosidad. Después de todo la casa me pertenecía, a pesar de que aquel aparato no hubiese respetado mi derecho a la intimidad.



¡Mamá te quiero!