sábado, 27 de febrero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #72)


Sofía me hablaba. Estaba ensimismado. No le respondía. Después de todo ya había trabado la puerta del baño. El indefenso ratón necesitaba ser auxiliado. Estaba dispuesto a socorrerlo sin siquiera tocarlo. Podía morderme y transmitirme la rabia. Tenía que ser cauto. Bajaba la tabla del inodoro. Relajaba las nalgas. Rita revoloteaba entre mis piernas cansadas y la grifería del lavabo. Tal vez para demostrarme que seguía viva. Si abría la puerta terminaba en los colmillos afilados del gato. Oyendo sus maullidos, sospechaba que podía hacerle daño. Sofía se había retirado. En la pared de la bañera había una ventanilla. Estaba abierta. Por esa abertura había caído el ratón. O no. No era adivino. A mi lado derecho había una escoba. Podía usar el palo para facilitarle una salida. Me paraba. Tomaba la escoba. Descansaba su cepillo en la loza. El palo no llegaba a la ventanilla. Me quitaba el cinturón. En el extremo del palo ajustaba la hebilla. Hincaba la armadura de la ventanilla en uno de los orificios del cinto. Tomaba distancia. El ratón no reaccionaba. No se percataba de mi gentileza. Estaba tan yerto que hasta parecía muerto. Abría la canilla de agua caliente. El ratón huía despavorido en dirección a la escoba. Trepaba por el cepillo. Estaba funcionando. Superado el palo comenzaba a circular por el cinto. Arribaba a la ventanilla. Yo lo observaba, siempre atento, del otro lado de la bañera. Se perdía de vista. Me sentía un personaje de la mitología griega. Sofía volvía a dirigirme unas palabras. Se la oía preocupada. Me disculpaba por la ausencia. Buscaba a un tal Miguelito. Miraba la ventanilla. El ratoncito era su animal de compañía y yo acababa de expulsarlo. Desde luego fingía no haberlo conocido. En buen momento enjabonaba mi cuerpo y sonreía. Si su inaudita mascota la quería, tarde o temprano volvería.