lunes, 8 de febrero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #57)


Unas horas después, a unos veinte o treinta metros de mi sótano, dos drones se batían en duelo. Estupefacto, contemplaba el combate desde la escalera. Que dos aparatos se autodestruyeran era un regalo del cielo, tan insólito como placentero. Tomaban distancia, se quedaban quietos y de pronto a toda velocidad colisionaban de frente para reducirse a fragmentos más pequeños. Parecían dos gallos en una riña sangrienta. Otra vez lo hacían de nuevo, se distanciaban para intimidarse y reiniciaban el mismo enfrentamiento. A toda máquina acortaban distancia y de pronto ¡PLAF!, se estrellaban con gran estrépito. Uno de los drones perdía una pieza de gran tamaño. La pieza caía en la superficie de mi terreno. Se debilitaba, perdía vuelo. ¿Dónde estaba el gato? Era mejor que no apareciera. Lentamente iba cayendo. El otro drone se mantenía estático, desde lo alto parecía estudiar su comportamiento. Finalmente caía en mi patio. Estaba incrédulo. ¿Por qué habrían de pelearse? El drone triunfante se perdía de vista entre los techos. No tenía pensado enterrar ningún aparato infame y maléfico.