domingo, 14 de febrero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #64)


Esa misma noche percibía un nuevo temblor bajo las suelas. El techo de mi sótano resistía cual boxeador entre las cuerdas. Nuestro tiempo era límite. El temible aparato invadía la superficie de mi patio. Oía sus pasos, me dejaban patitieso. Había logrado verlo de cerca: presentaba una cola y era inmensa. Nuestras vidas peligraban. La bestia había reaparecido mientras conciliaba el sueño. Mi moto eléctrica ya estaba lista para la partida. Tenía poca batería. Lo suficiente como para alejarnos de semejante martirio. La intuición me había convencido para que buscara las persianas de madera y luego las instalara por encima de la escalera. Por esa rampa podían circular mi moto y las muchas esperanzas que aún me quedaban. No quería morir aplastado. Prefería fenecer de otra manera. Sentía pena por Astor. No reaparecía. Además de las penas, en la espalda cargaba la mochila. En su interior llevaba a Rita. Me entristecía tener que abandonar mis pertenencias. A punto de acelerar oía maullidos. Arribaban desde la escalera. Sólo le pedía a Dios irme con Astor a donde el destino quisiera.