domingo, 7 de febrero de 2016

DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #54)


Unas nubes oscuras encapotaban el cielo y lo pintaban de gris. Restaban cinco minutos para las cinco, de una tarde feliz, porque llovía a cántaros, el agua de lluvia regaba mi parque y ningún drone en las alturas. Los caracoles desarrollaban sus cubiertas defensivas, como Rita y yo, que pasábamos nuestros días atrincherados tras un sótano. Entre escombros, me había sentado en el tercer escalón que conducía a nuestro refugio. Necesitaba lavar los miedos, además del sudor. Los drones habían desaparecido como si el agua de lluvia los oxidara. Vaya bendición. Se suponía que contaban con cápsulas herméticas por donde no podía filtrarse ni una sola gota de agua. Y si tanto les aterraba la lluvia, ¿cómo podía una lombriz mecánica desplazarse bajo tierra? La lluvia se filtra en la tierra, formando napas subterráneas. Estaba intrigado, pero ya conocía el punto débil de esos desgraciados. Esa sustancia líquida, sin olor, sin color ni sabor, tan vital para nosotros, limitaba las fuerzas destructivas de los tiranos.