Algo tenía que hacer, no podía quedarme contemplando su
desesperación, viendo como el desesperado roedor perseguía subir por la loza
sin lograrlo. Apenas trepaba, resbalaba, cayendo como una enorme gota de agua
en la rejilla de la bañera. Pobre ratón, en cierta forma me sentía identificado,
padecíamos la misma persecución, entonces sacaba los pies de la bañera para
pensar una idea que aplacara los temores de la desaparición.